Sociológica, año 32, número 90, enero-abril de 2017, pp. 69-107
Fecha de recepción: 30/06/16. Fecha de aceptación: 27/10/16

La sociología en Río de Janeiro
(1930-1970): un debate sobre Estado,
democracia y desarrollo*

Sociology in Rio de Janeiro (1930-1970):
A Debate about the State, Democracy, and Development

A sociologia no Rio de Janeiro (1930-1970):
um debate sobre Estado, democracia e desenvolvimento

Antonio da Silveira Brasil Junior**

RESUMEN

El artículo mapea la producción sociológica en Río de Janeiro (1930-1970), señalando su variedad en términos teórico-metodológicos. Para ello, selecciona a tres sociólogos que formaron parte del curso de ciencias sociales de la Universidad de Brasil, con el objetivo de analizar sus obras y trayectorias: José Arthur Rios, Alberto Guerreiro Ramos y Luiz Costa Pinto. La hipótesis que aquí se plantea es que los condicionantes institucionales y políticos tuvieron resonancias, distintas en cada caso, en los esquemas analíticos de los autores. Además, habría una dimensión democratizadora en esta sociología, que sería capaz de desplazar ciertos presupuestos del debate intelectual anterior sobre la sociedad brasileña.

palabras clave: Sociología en Río de Janeiro; José Arthur Rios; Alberto Guerreiro Ramos; Luiz A. Costa Pinto; Estado y sociedad.

ABSTRACT

This article maps sociological production in Rio de Janeiro from 1930 to 1970, pointing out its theoretical-methodological variety. To do this, the author selects three sociologists who were part of the development of the University of Brazil’s social sciences to analyze their work and careers: José Arthur Rios, Alberto Guerreiro Ramos, and Luiz Costa Pinto. The hypothesis is that institutional and political conditioning factors resonated in the analytical frameworks of all of them, although differently in each case. In addition, he argues that a democratizing dimension in this sociology would be capable of displacing certain suppositions of the previous intellectual debate about Brazilian society.

KEY WORDS: sociology in Rio de Janeiro, José Arthur Rios, Alberto Guerreiro Ramos, Luiz A. Costa Pinto, state and society.

 

Resumo

O artigo mapeia a produção sociológica na cidade do Rio de Janeiro entre 1930-1970, assinalando sua variedade em termos teóricos, metodológicos e empíricos. Para tal, seleciona três sociólogos que fizeram parte da primeira turma do curso de ciências sociais da Faculdade Nacional de Filosofia da Universidade do Brasil, a fim de analisar suas obras e trajetórias: José Arthur Rios, Alberto Guerreiro Ramos e Luiz A. Costa Pinto. A despeito da heterogeneidade constitutiva desta produção, a hipótese aqui levantada é que as condicionantes de ordem institucional e as clivagens políticas do período tiveram ressonâncias, distintas em cada caso, nos esquemas analíticos adotados por estes três autores. Além disso, haveria uma dimensão democratizante nesta sociologia, que, ao conferir maior autonomia aos grupos sociais, seria capaz de deslocar certos pressupostos do debate intelectual anterior sobre a sociedade brasileira.

Palavras-chave: Sociologia no Rio de Janeiro; José Arthur Rios; Alberto Guerreiro Ramos; Luiz A. Costa Pinto; Estado e sociedade.

Introducción

 

A lo largo de las últimas décadas, varios trabajos dedicados a la sociología practicada en Río de Janeiro han presentando aspectos, parciales o generales, sobre la emergencia de las modernas ciencias sociales. Teniendo en cuenta las debilidades de orden institucional que acompañaron el proceso de implantación de las ciencias sociales en el ámbito universitario de la antigua capital federal –punto ya bastante discutido en la bibliografía sobre el tema (Almeida, 2001; Miceli, 2001a)–, el análisis de la sociología en Río de Janeiro entre el primer gobierno de Getúlio Vargas, que empezó en 1930, y el recrudecimiento autoritario de la dictadura militar a finales de la década de 1960, no pudo ser narrado en términos de una afirmación progresiva y lineal. El carácter más heterogéneo y multifacético del fenómeno de la sociología en Río de Janeiro, en ese sentido, exige una perspectiva abierta a las contingencias y discontinuidades de un proceso accidentado de construcción institucional de la disciplina.

Frente a este escenario, se puede percibir la existencia de una agenda de investigaciones difusa, cuyos avances permitirían acumular importantes hallazgos teóricos y empíricos sobre la experiencia de la sociología en la antigua capital federal. Existe un conjunto de trabajos que se enfoca en los siguientes puntos: a) el potencial teórico de la sociología practicada en Río de Janeiro (Botelho, 2009; Brasil Jr., 2007; Domingues, 1999; Maia, 2012a; Villas Bôas, 2006); b) las relaciones de continuidad y discontinuidad de la sociología con los ensayos de interpretación del Brasil (Botelho, 2007; Lima, 2013); c) las múltiples relaciones de los sociólogos con las agencias del Estado y sus implicaciones para el sentido de la disciplina (Maio y Lima, 2009; Oliveira, 1995a; Bomeny, 2001); d) la importancia de las materias de sociología en la educación media y de los manuales didácticos dedicados a la enseñanza de esta disciplina (Meucci, 2011); e) las relaciones de los sociólogos con las agencias internacionales de promoción de las ciencias sociales y el proceso de latinoamericanización de la sociología en Río de Janeiro (Blanco, 2005; Bringel et al., 2015; Grisendi, 2014; Oliveira, 1995b); y f) la circulación de conocimientos sociológicos entre los diferentes espacios periféricos (Maia, 2012b).

Lejos de pretender agotar temas, autores e instituciones que conformaron la experiencia de la sociología practicada en Río de Janeiro, aquí llevamos a cabo un ejercicio más modesto, que se apoyará extensamente en el resultado colectivo de las investigaciones recientes. Pretendemos mapear las diversas modalidades de prácticas sociológicas existentes en el período comprendido entre 1930 y 1970 a la luz de los casos clave seleccionados. A pesar de su heterogeneidad constitutiva –lo cual indica la imposibilidad de dar un sentido unívoco al objeto aquí analizado– procuraremos identificar algunos de los rasgos más generales de la sociología en Río de Janeiro, especialmente en lo referente a cierta orientación cognitiva que se fue conformando a causa de las especificidades de la implantación de la disciplina en el centro del poder político del país.

El intento de atribuir un sentido más general a la sociología realizada en Río de Janeiro está asociado a ejercicios de comparación con la sociología hecha en São Paulo (Miceli, 2001a; Oliveira, 1995b; Werneck Vianna, 2001). La última y más refinada versión de este ejercicio fue realizada por Luiz Carlos Jackson y Alejandro Blanco en A sociologia no espelho. Ensaístas, cientistas sociais e críticos literários no Brasil e na Argentina (1930-1970) (Jackson y Blanco, 2014), en donde la comparación con el caso de Buenos Aires permite el establecimiento de nuevos parámetros y variables explicativas en relación con los casos de São Paulo y Río de Janeiro. Además de la confrontación entre los procesos de creación institucional y sus relaciones con el poder político, los autores sopesan las diferentes secuencias históricas y el timing del desarrollo de la sociología en esos contextos, al igual que traen a primer plano el análisis de las tradiciones intelectuales, sobre todo las relaciones de la sociología con el ensayismo y con la literatura.

Por un lado, en diálogo con la perspectiva propuesta por Jackson y Blanco y, por el otro, movilizando el resultado acumulado de varias investigaciones sobre la sociología en Río de Janeiro entre 1930 y 1970, procuraremos vislumbrar en qué sentido un proceso parcial de institucionalización de las ciencias sociales en el ámbito universitario moldeó la profesionalización de los sociólogos formados en el curso creado en 1939 en la recién inaugurada Facultad Nacional de Filosofía (fnfi) de la Universidad de Brasil e implicó un cierto tipo de apropiación –y de desplazamiento– de la tradición intelectual de los ensayos de interpretación sobre Brasil, hasta ese momento el género dominante de análisis de la vida social del país.

El curso de ciencias sociales en la Universidad de Brasil (ub), creado en 1939, a pesar de su importancia,1 no pudo transformarse en el espacio preferencial de las formas de sociabilidad y en el dictaminador exclusivo de los parámetros de excelencia intelectual para los practicantes de la disciplina, debido a que el peso de las divisiones -no sólo durante sino también después del Estado Novo- afectó definitivamente la construcción normal de una carrera en términos universitarios. En el caso de la cátedra de sociología, ocupada por el francés Jacques Lambert2 entre 1939 y 1945, la disputa por su coordinación al final del Estado Novo no se abrió a los egresados del curso de ciencias sociales, sino que fue monopolizada a lo largo de veinte años por Hildebrando Leal, un importante miembro de la Iglesia católica de Río de Janeiro. En vista de este bloqueo parcial –en algunos casos, total– para una ocupación profesional exclusiva en la enseñanza y en la investigación académica, los egresados que salían con el título de sociólogo invariablemente buscaban cobijo profesional en otras formaciones universitarias más tradicionales, como en los cursos de derecho o en los puestos que se abrían en la burocracia estatal, en proceso de expansión y de racionalización.

Es cierto que esta dependencia respecto de la maquinaria burocrática –o, en ocasiones, en relación con los órganos de prensa, partidos políticos o asociaciones confesionales– reiteraba viejos expedientes de reproducción social de las élites intelectuales en el país (Miceli, 2001b). No obstante, aquí planteamos la hipótesis de que los nuevos vocabularios provenientes de la llamada “sociología científica”, que se difundían a partir de los cursos universitarios de ciencias sociales creados en la década de 1930 en Río de Janeiro y en São Paulo –finalmente, Donald Pierson, de la Escuela Libre de Sociología y Política, con sede en la capital paulista, fue fundamental para divulgar la sociología empírica estadounidense en Río de Janeiro (Oliveira, 1995b; Maio y Lopes, 2015)–, tuvieron consecuencias en el tipo de actuación pública ejercida por esta generación de sociólogos profesionalizados. Articulada a un debate más amplio, que ya venía poniendo en cuestión los límites del pacto agrario industrial de 1930, podemos ver en la sociología producida en Río de Janeiro en las décadas de 1950 y 1960, en sus diferentes vinculaciones institucionales, un profundo cuestionamiento de las formas autoritarias de relación entre Estado y sociedad. Si una parte de los ensayistas del periodo 1920-1940 tenía la tendencia a descalificar la movilización autónoma de los actores sociales como una forma de legitimar los recursos de la autoridad del Estado en tanto instancia principal de coordinación social –el caso paradigmático aquí es el de Francisco José de Oliveira Vianna–, los sociólogos de las décadas siguientes pasaron a considerar la existencia de un movimiento propio y autónomo en la vida social, cuyo desconocimiento no solamente volvería ineficiente la acción del Estado, sino también profundamente autoritaria.

Con el fin de analizar con mayor detenimiento, por un lado, los impactos de un proceso accidentado e inestable de constitución de instituciones para la sociología como disciplina científica y, por otro, los modos de apropiación -y de crítica- de los modelos de explicación y de actuación en la sociedad brasileña, consagrados por la tradición intelectual anterior, seleccionamos tres casos representativos. Nos referimos a los sociólogos José Arthur Rios (1921-), Alberto Guerreiro Ramos (1915-1982) y Luiz de Aguiar Costa Pinto (1920-2002). Cabe destacar que los tres fueron compañeros en la primera generación del curso de ciencias sociales en la fnfi de la ub, actual Universidad Federal de Río de Janeiro (ufrj), que se graduó en 1942; sin embargo, Rios no llegó a terminar el curso. Otro caso que podría ser analizado aquí es el de Evaristo de Moraes Filho (1914-2016). Aunque llevó a cabo el curso de filosofía, también realizó su libre docencia en sociología, volviéndose profesor de ciencias sociales en las décadas de 1950 y 1960. Como ya trabajé su producción y actuación en otra oportunidad (Brasil Jr., 2007) me limito aquí a los tres primeros.

Aunque los vínculos con la nueva institución universitaria no hayan sido necesariamente equivalentes, la actuación de estos tres sociólogos no puede ser entendida disociada de los límites inscritos en la construcción institucional de la fnfi, ya que –lo cual es bastante significativo– ninguno de ellos pudo concursar efectivamente para la sucesión de la cátedra de sociología, lo que los obligó a procurar alternativas profesionales e intelectuales bastante diversas. Guerreiro Ramos y Rios, más allá de las actividades de docencia e investigación en sentido estricto, lograron abrir espacios en los órganos estatales donde actuaban en favor de la implantación de la perspectiva sociológica de la cual eran portadores. Además, ambos tenían formación jurídica, un comodín movilizado para construir carreras alternativas en el Estado o en la iniciativa privada. Costa Pinto, con formación exclusiva en ciencias sociales, se diferenciaba de este perfil más general. Aunque haya logrado la libre docencia en sociología y actuado durante algún tiempo como asistente del catedrático francés Jacques Lambert, sólo a finales de los años cincuenta obtendría la cátedra de sociología –pero en la Facultad Nacional de Ciencias Económicas de la ub, no en la fnfi.

Estas dificultades en la construcción de la carrera universitaria seguramente implicaron limitaciones considerables para la institucionalización de las ciencias sociales en Río de Janeiro, marcando una trayectoria discontinua, no lineal. Por otro lado, trajeron también otros elementos que llevaron a redefinir el entendimiento de la disciplina, no sólo aumentando su politización sino, a la vez, moldeando cierta orientación cognitiva. Por ejemplo, en los casos de Guerreiro Ramos y de Rios, la doble dedicación a la sociología y a la actividad burocrática los forzó –de modo bastante diferente, conviene subrayar– a vislumbrar una perspectiva que conjugó, por un lado, la socialización de los actores sociales y sus formas de acción colectiva, y por otro, los efectos institucionales del Estado en la dinámica social, abriendo un denso debate sobre las posibilidades y los límites de la participación de los sectores subalternos en un contexto de democratización política. En el caso de Costa Pinto, con formación exclusiva en ciencias sociales, su cercanía con el catedrático Jacques Lambert, también con formación jurídica, puede explicar la importancia que la relación entre instituciones políticas y vida social tiene en su libro Lutas de famílias no Brasil (Costa Pinto, 1980), que será discutido más adelante.

No sólo la institucionalización parcial, en términos universitarios, modeló el tipo de sociología practicada en Río de Janeiro: las divisiones políticas también operaron al interior de los esquemas analíticos movilizados por los autores aquí analizados. La posición asumida frente al Estado Novo, cuyo centro de poder se encontraba ubicado en la ciudad, puede ayudar a dar inteligibilidad a las nuevas formas de teorización de las relaciones entre Estado y sociedad que vemos en estos tres sociólogos. Luiz de Aguiar Costa Pinto y José Arthur Rios, desde diferentes posiciones políticas –el primero socialista;3 el último de confesión católica con inclinación liberal-4 cerraron las filas antivarguistas y se involucraron en la lucha contra el Estado Novo y su legado institucional. Les interesaba conferir a los actores sociales un espacio propio de autodeterminación –aunque no recayeran en una mirada ingenuamente voluntarista del tema, como veremos– para escapar de la concepción, propia de la dictadura varguista, de que la sociedad brasileña debería estar tutelada desde arriba. Ya Alberto Guerreiro Ramos, que se vinculó de modo orgánico al varguismo –sobre todo en su periodo democrático-5 a pesar de concordar con el diagnóstico de “amorfismo” de la sociedad brasileña, vio en la industrialización una posibilidad de emergencia política del “pueblo”, procurando inclinar hacia la izquierda el centralismo estatal típico del Estado Novo.

La elección de concentrar el análisis en torno a estos tres sociólogos seguramente deja fuera a muchos otros actores e instituciones relevantes para la sociología practicada en Río de Janeiro durante el periodo 1930-1970.6 Además de Evaristo de Moraes Filho, ya mencionado, podríamos extender este trabajo a otras disciplinas de las ciencias sociales, como la ciencia política y la antropología: Victor Nunes Leal y Darcy Ribeiro, por ejemplo, ambos ligados a la Universidad de Brasil, son figuras clave de las ciencias sociales en Río de Janeiro. No obstante, pensamos que Rios, Guerreiro Ramos y Costa Pinto, por sus vínculos con la carrera de ciencias sociales de la fnfi, expresan de modo más nítido no solamente las condiciones más generales de la práctica de la sociología en la antigua capital del país, sino también la heterogeneidad constitutiva de la experiencia de la disciplina en este contexto, que no puede ser subsumida por una orientación exclusiva. El recorte en torno a los autores, y no a partir de las instituciones, tiene como objetivo precisamente hacer énfasis sobre esta heterogeneidad, la cual demostraremos analizando los textos de los sociólogos aquí seleccionados.

El argumento del artículo está dividido en cuatro partes, además de esta introducción. En las tres secciones siguientes trazaremos breves perfiles de la trayectoria social e intelectual de José Arthur Rios, Alberto Guerreiro Ramos y Luiz de Aguiar Costa Pinto, mostrando la manera en la cual, por un lado, lograron constituirse como sociólogos en un contexto de precaria institucionalización universitaria de la disciplina, y por otro, el modo en el que desplazaron, en varios sentidos, el repertorio del ensayismo de la generación intelectual anterior –sobre todo el de Oliveira Vianna-7 y el sentido autoritario de una propuesta de refundación de la sociedad a partir de la acción del Estado. En la última sección haremos un breve balance sobre el significado del repertorio intelectual que dejaron como legado y que, a pesar del carácter accidentado de la sociología en Río de Janeiro, ha sido capaz de interpelar la reflexión contemporánea de la disciplina.

 

 

i

 

José Arthur Rios, nacido en 1921 en Río de Janeiro, hijo de una familia tradicional de Bahía por el lado paterno, y de inmigrantes portugueses pobres por el lado materno, estudió en la Facultad de Derecho de Niterói y en el curso de ciencias sociales de la fnfi, aunque no lo terminó. Casado con Regina de Figueiredo, hija del intelectual católico Jackson de Figueiredo, se acercó a la Iglesia católica y al Centro Don Vital. A partir de los contactos con Hilgard Sternberg, compañero del curso de geografía en la fnfi, consiguió una beca para estudiar la maestría en sociología rural con Thomas Lynn Smith en la Universidad Estatal de Louisiana, en Estados Unidos, donde presentó en 1947 su tesis sobre aspectos demográficos de la población fluminense. Debido a problemas familiares no logró seguir la carrera académica en el país del norte, aunque impartió clases, por periodos cortos, en algunas universidades de la Unión Americana.8

A partir de la formación llevada a cabo al lado de Lynn Smith en el área de sociología rural, Rios fue invitado para coordinar la Campaña Nacional de Educación Rural, en 1951 y 1952, y para dirigir, en 1954, la Sección de Investigaciones Sociales de la División de Educación Sanitaria del Servicio Especial de Salud Pública (sesp), organismo instaurado a partir de un acuerdo bilateral entre Brasil y Estados Unidos, el cual movilizó a diversos científicos sociales en la promoción de sus programas de actuación. Además de artículos en el Boletim do sesp, periódico que divulgaba las acciones del organismo en diversas localidades del país, Rios publicó en 1954 el libro A educação dos grupos (Rios, 1957), donde articula un nuevo modo de intervención en el campo de la salud pública en las localidades rurales a la luz de las innovaciones de la sociología y la psicología social (Lima y Maio, 2010).

Publicación dedicada a la aplicación práctica de conocimientos sociológicos, A educação dos grupos incluye al mismo tiempo un diagnóstico de la situación de los grupos sociales del campo brasileño y un pronóstico con miras al fortalecimiento de las comunidades en el ámbito local. Su visión de la estructura social agraria está ampliamente influenciada por el ensayismo brasileño, principalmente por Oliveira Vianna. No obstante, defiende la necesidad de expandir la investigación científica sobre comunidades rurales, indicando el trabajo pionero de Lynn Smith –autor que, dicho sea de paso, también se dejó interpelar por Vianna, como se deduce por el uso del término “amorfo” para caracterizar el medio rural brasileño (Rios, 1957: 92; Lopes, 2015). Aunque reconozca la importancia de la vertiente “antropológico-cultural” que identifica los trabajos de Donald Pierson y de sus alumnos en la Escuela Libre de Sociología y Política de São Paulo,9 sería con Smith con quien se iniciaría una “orientación nítidamente sociológica” en los estudios rurales (Rios, 1957: 86).

La noción de comunidad subyacente al libro A educação dos grupos es, al mismo tiempo, analítica y normativa.10 Por un lado, defiende una reorientación de las investigaciones sociológicas para el estudio de los pequeños grupos, “cuyo tipo elemental de interacción, en realidad, establece patrones para la comunidad y toda la sociedad” (Rios, 1957: 30). En este sentido, sería necesario pasar de los estudios de conjunto de la sociedad rural, lo que identifica en los trabajos de los ensayistas, hacia el análisis de comunidades concretas, con el fin de avanzar “en la bibliografía brasileña de los estudios de comunidades”, para él “aún en número diminuto” (Rios, 1957: 86). Por otro lado, incorporando justamente las varias formulaciones de Oliveira Vianna y de otros ensayistas –cita también a “Carneiro Leão, Gilberto Freyre, Nelson Werneck Sodré, Caio Prado Junior y Sérgio Buarque de Holanda” (Rios, 1957: 86), Rios critica la estructura social rural brasileña por atrofiar e impedir el pleno desarrollo de las comunidades en el ámbito local. Para él, una comunidad, en su sentido pleno, sería un “tipo superior de convivencia”, en la que se exige la participación efectiva de sus miembros (Rios, 1957: 87). En el caso brasileño, la organización rural sería casi exclusivamente establecida en torno a los latifundios, cuya “función dominante es la económica, aunque haya revestido […] otras funciones de control y organización social, así como de poder político” (Rios, 1957: 87). Al interior de la gran propiedad, en vez de la participación “existen relaciones estrictas y categorizadas de dependencia”; en ese caso, “la autodeterminación es imposible [y la] simple existencia de la comunidad se vuelve un mito” (Rios, 1957: 87).

Veamos cómo el autor establece esta antítesis entre latifundio y comunidad. En las zonas de latifundio, además de la restricción de los lazos de solidaridad al grupo vecino, la autosuficiencia llevaría a la desintegración de la comunidad, tal como la entiende el sociólogo:

 

En esos casos, la autosuficiencia llega hasta el punto de suprimir a la comunidad. En la época colonial, el señor del ingenio iba a la ciudad sólo para proveerse de sal, pólvora y plomo. Todavía hoy, el latifundio puede darse al lujo de constituir un simulacro de comunidad. En algunos ranchos paulistas y en algunas usinas del Norte, aunque en estas más raramente, hay escuela, tienda, servicio médico, hospital, cine y, a veces, casino. […] En esta fase, todas las mejoras introducidas obedecen a una orientación filantrópica y paternalista. Desde el punto de vista del educador de la comunidad, esas mejoras no significan nada, porque inciden en los efectos mas no en las causas (Rios, 1957: 90).

 

Anotando los efectos negativos de la gran propiedad agraria para las formas de participación a nivel local y en los niveles de vida de la población rural, el sociólogo señala que una organización social basada en la pequeña propiedad habría acarreado otro tipo de dinámica social, como sería el caso de las comunidades locales en Estados Unidos, modelo de referencia para el autor (Rios, 1957: 87-89). A pesar de la existencia de una “tradición cultural negativa”, en el caso brasileño –aquí la familia concentraría funciones sociales diversas, impidiendo la diferenciación de otras instituciones sociales– eso no constituiría un “obstáculo insuperable para la educación social” (Rios, 1957: 48). Para Rios, la identificación de una estructura social que dificulta la participación autónoma no implica descartar la necesidad de fortalecer las instancias asociativas por parte del trabajador rural, bajo pena de agravar aún más la apatía política de estas poblaciones.

Con base en el diagnóstico de las condiciones concretas de vida de la localidad, la intervención del poder público -a través del sesp- debería actuar de abajo hacia arriba, es decir, desde dentro de los grupos sociales y de sus propios valores culturales (Rios, 1957: 214), en vez de adoptar una visión jerárquica de tipo paternalista o burocrática. En su actuación en la sección de Pesquisas del sesp, Rios organizó investigaciones sobre medicina popular, además de proponer iniciativas de acercamiento entre “curiosas” (parteras), “curanderos” y los profesionales médicos, en un esfuerzo de traducción y de diálogo entre el universo rústico y el técnico-científico (Lima y Maio, 2010).11 Según esta visión, que busca promover el cambio cultural sin dejar de reconocer el valor propio de las formas de vida existentes en el medio rural, la actuación de los profesionales de la salud debería tomar en serio a la medicina popular, bajo el riesgo de volver ineficientes las innovaciones sanitarias (Rios, 1957: 216-217).

Admitiendo que los grupos sociales tienen una dinámica social propia, para su mejor desempeño al poder público le conviene considerar que la comunidad es un “hecho social” (Rios, 1957; 83), es decir, que está “‘naturalmente’ organizada, [con] su propia jerarquía de liderazgo que mantiene al grupo cohesionado en torno a un sistema propio de objetivos, ideales y valores” (Rios, 1957: 288). El proceso de cambio no podría llevarse a cabo únicamente por los agentes del Estado –médicos, educadores sanitarios y otros profesionales de la salud–, y sí mediante el fortalecimiento de los liderazgos locales, pues éstos serían los responsables de la continuidad de las innovaciones introducidas. En tal registro, puntualiza el autor, “no se deberá sustituir nunca a los hombres representativos del lugar”, pues aspirar a competir con este liderazgo “natural” llevaría a un resultado “doblemente desastroso”: por un lado, vuelve la acción del educador sanitario “enteramente artificial”, entrando “en colapso con su eventual retirada”, y por otro, “los líderes locales, sintiendo que el intruso les roba el prestigio, pasan a hacer oposición y a minar de modo sordo su trabajo” (Rios, 1957: 287).

Al final de la década de 1950, José Arthur Rios -ocupando la posición de director de la oficina carioca de la Sociedad de Análisis Gráficos y Mecanográficos Aplicados a los Contextos Sociales (sagmacs), entidad organizada por el padre francés Louis Joseph Debret, dominicano fundador del movimiento “Economía y Humanismo”–, publicó Aspectos humanos da favela carioca, investigación solicitada por el periódico O Estado de São Paulo (Rios, 1960). En su evaluación, los estudios sobre las favelas de Río de Janeiro se limitaban al uso de técnicas cuantitativas, ocupándose poco del análisis de las “actitudes fundamentales” y de la “concepción de la vida, de sí mismo y de la ciudad” de sus moradores (Rios, 1960: 38). A través de entrevistas y de observación directa, Rios y su equipo hicieron un amplio inventario de las condiciones de vida en las favelas del Parque Proletário, en la Gávea y en la Barreira do Vasco, en San Cristóbal. Al analizar estos asentamientos del antiguo Distrito Federal, el sociólogo no soslayó la explicación del fenómeno del movimiento más amplio de transición de lo rural a lo urbano que vivía entonces la sociedad brasileña, y atribuyó gran parte de los problemas detectados a la estructura agraria y a la miseria que aquejaba a la población rural. Ocasionado por migrantes provenientes básicamente del campo de los estados de Río de Janeiro y Minas Gerais, el crecimiento demográfico de las favelas cariocas fue explicado por la transformación del latifundio en dichas regiones, menos por la mecanización de las técnicas agrícolas que por su conversión en zonas de pastoreo, actividad económica que vendría a dispersar la mano de obra, favoreciendo el éxodo rural. En los términos del autor, la migración rural-urbana en Brasil es, ante todo, “una huida hacia la miseria”:

 

Ese migrante cambia un tipo de subordinación con rasgos feudales, en donde padece de hambre y no tiene ninguna perspectiva de acceso social, por cualquier tipo de supervivencia […], además de traer consigo escasos dones para la técnica, debido a que sólo aprendió a usar el azadón, arrastra hacia la ciudad todas las deficiencias sanitarias y educacionales de nuestro medio rural […]. Entre él y el habitante de la ciudad existe la misma distancia cultural que ya mediaba entre él y el propietario de la tierra que cultivaba (Rios, 1960: 41).

 

Poco tiempo después de la publicación de Aspectos humanos da favela carioca, Rios fue invitado por Carlos Lacerda, gobernador del nuevo estado da Guanabara –el Distrito Federal había sido transferido a Brasilia, la nueva capital– para ocupar la Secretaría de Asuntos Sociales, encargada precisamente de la cuestión habitacional y las áreas de favela. Según testimonio del autor (Rios, 2006), buscó repetir en el nuevo cargo el mismo patrón de fortalecimiento de los liderazgos a nivel local que ya había implementado en el sesp, evitando la visión paternalista de intervención que identificaba tanto en ciertos grupos políticos como en la actuación de la Iglesia católica. Gracias a su puesto, fomentó el asociacionismo en las favelas a través de incentivar la creación de asociaciones de moradores, con las cuales promovía la interlocución directa a través de la Secretaría.

Si colocamos en la estructura agraria el verdadero nudo de la sociedad brasileña, se entiende por qué José Arthur Rios se vinculó fuertemente en la campaña por la reforma agraria, la cual agitó los medios políticos a finales de la década de 1950. En entrevista a O Metropolitano –periódico de la Unión Metropolitana de Estudiantes, de Río de Janeiro– afirma que “la concentración de la propiedad de la tierra no sólo genera desigualdad social sino que alimenta la oligarquía política y bloquea el desarrollo nacional” (Guimarães, 1959: 6). Por lo tanto, pensando de manera integrada en los dilemas de la participación democrática en el campo y en las ciudades, el autor mostró cómo el carácter conservador de la transición de lo rural a lo urbano reproducía el patrón secular de desigualdad y miseria impuesto por el latifundio desde la formación de la sociedad brasileña.

 

 

 

ii

 

Alberto Guerreiro Ramos nació en 1915, en Santo Amaro da Purificação, en el estado de Bahía, al interior de una familia de origen popular. Estudió en el Ginásio da Bahia, una escuela de prestigio de Salvador, donde empezó a cultivar ciertos intereses culturales y filosóficos y, a causa de ello, se integró a círculos intelectuales de la capital bahiana. Sus principales referencias, en la década de 1930, eran los intelectuales católicos agrupados en la revista francesa Esprit, la literatura rusa y las corrientes filosóficas de perfil historicista y existencialista. Por un periodo corto se ligó al movimiento integrista. Gracias a sus vínculos con el interventor varguista en Bahía consiguió una beca de estudios para mantenerse en Río de Janeiro, donde cursaría ciencias sociales y derecho en la Universidad de Brasil, obteniendo los títulos universitarios en 1942 y 1943, respectivamente.12

Sin perspectivas de afianzarse profesionalmente en la fnfi consiguió ingresar en 1943 –por intermediación de San Tiago Dantas, director de la Facultad– en la disciplina de problemas económicos y sociales en Brasil, del Departamento Nacional del Niño (dncr, por sus siglas en portugués). Impartiendo clases para generaciones de médicos puericultores, utilizó conceptos sociológicos -especialmente los de la Escuela de Chicago- con el fin de analizar los temas de mortalidad infantil, delincuencia juvenil y medicina popular (Lopes, 2012); parte del material dedicado a la articulación entre sociología y salud pública fue publicado en México en 1955, en un volumen titulado La sociología de la mortalidad infantil. En 1943 Alberto Guerreiro Ramos asumió el cargo de técnico en administración del Departamento Administrativo del Servicio Público, en cuya revista escribió diversos artículos sociológicos, incluyendo uno de los primeros análisis de Economía y sociedad, de Max Weber, obra traducida al castellano por Medina Echavarría en 1944. Estos vínculos burocráticos no eran incompatibles con la defensa de una perspectiva sociológica; por el contrario, fueron uno de los pilares cruciales para la crítica aguda que el autor haría, a lo largo de toda la década de 1950, de la sociología practicada en aquel momento en las universidades brasileñas y latinoamericanas (Maio y Lopes, 2012). La defensa de una sociología “nacional”, orientada por una perspectiva crítica asimiladora de las ciencias sociales extranjeras, sería desarrollada en sus actuaciones junto al Teatro Experimental del Negro, al lado de Abdias do Nascimento (Maio, 1997), en la Escuela de Administración Pública de la Fundação Getúlio Vargas, en la asesoría económica al segundo gobierno de Vargas y en el Instituto Brasileiro de Estudos Sociais e Políticos (ibesp), futuro Instituto Superior de Estudos Brasileiros (iseb).

El enfoque de una sociología nacional por parte de Guerreiro Ramos fue tratado especialmente en 1957 en Introdução crítica à sociologia brasileira (Ramos, 1995) –que incluye también la Cartilha brasileira do aprendiz de sociólogo, lanzada en 1954– y en La reducción sociológica, publicada por el iseb en 1958 y traducida al castellano en México el siguiente año. En estos libros el autor no sólo se afilia, creativamente, a la tradición ensayística anterior, sino que se propone rastrear dos tipos de orientación intelectual que, con el pasar del tiempo, organizarían el pensamiento social producido en el país: una inductiva, enfocada en el análisis de las especificidades de la sociedad brasileña, viéndola como una colectividad en construcción y a la cual denomina “nacional” y “dinámica”; y otra deductiva, organizada a partir de categorías transplantadas de otras experiencias históricas, y que califica como “consular” y “enlatada”. Con esto, Guerreiro Ramos busca legitimar la validez cognitiva del repertorio del ensayismo –o por lo menos la tradición nacional que ve en Euclides da Cunha, Alberto Torres y Oliveira Vianna, entre otros– y, a partir de este bagaje intelectual, cuestionar ciertas tendencias monográficas de las investigaciones sociológicas de las décadas de 1940 y 1950. Defendiendo una posición contraria a los llamados “estudios de comunidad” –por cierto, una posición que levantó considerable polémica en el II Congreso Latinoamericano de Sociología, realizado en Río de Janeiro en 1953–, el autor señala la escasa importancia que reviste aclarar un “pormenor de la vida rural brasileña de importancia absolutamente secundaria”. Por el contrario, para él “lo que todavía parece tener una alta prioridad en Brasil son los esfuerzos análogos a los llevados a cabo por Alberto Torres, Oliveira Vianna, Azevedo Amaral, Caio Prado Júnior, con el propósito de promover una comprensión de nuestro proceso de desarrollo” (Ramos, 1995: 141-142).

La valorización de las visiones de conjunto de la sociedad brasileña se articula, a su modo de entender, con una concepción de la sociología crítica del empirismo y del positivismo, perspectivas que miran lo social como “algo cosificado, objetivado, exterior al hombre”; es decir, aprehendido solamente como “los contornos externos inmediatos de los fenómenos” (Ramos, 1960: 80). Abogando por una perspectiva de totalidad, el sociólogo señala -citando a Georg Lukács y Georges Gurvitch- que los objetos empíricos son manifestaciones de un proceso social más amplio e históricamente determinado, “son momentos [del] conjunto social que se transforma a lo largo de la historia” (Ramos, 1960: 82). Además, pondera que no sería posible abstraer la reflexión sociológica de su articulación con la praxis existencial de los agentes -es decir, con la “conciencia militante” de su tiempo- bajo pena de condenarla a un simple ejercicio “inauténtico” y “escolástico”. En términos duros, Guerreiro Ramos afirma:

 

En ese orden de ideas, es decir, partiendo de un sum (soy brasileño), buscamos emprender un esfuerzo tendente a contribuir a la comprensión global de nuestra sociedad. En el dominio de las ciencias sociales en nuestro país, esa tarea tiene prioridad sobre cualquier otra. No deberíamos incursionar en los estudios del pormenor antes de tener una conciencia crítica de la realidad social del país. Aquí, también es la visión del todo lo que condiciona la comprensión de las partes (Ramos, 1960: 85).

 

Ahora bien, ¿cuál sería el aspecto que podría otorgar al análisis sociológico el acceso a las tendencias más generales del conjunto de la sociedad brasileña, en su movimiento histórico? Según el autor, este aspecto se expresaría en la “tensión entre fuerzas centrípetas y fuerzas centrífugas” (Ramos, 1960: 85), la cual, aunque siempre presente en la formación histórica, adopta en el contexto de una sociedad en etapa de industrialización la fuerza dramática de una “lucha entre la nación y la anti-nación [], dos categorías clave [que explicarían] la contradicción más sobresaliente en nuestro país” (Ramos, 1960: 13). Tal tensión revelaría la ambivalencia que atravesaba la sociedad brasileña en la década de 1950, indicando la coexistencia de la vieja sociedad agraria y latifundista, volcada hacia el mercado externo, y la nueva sociedad urbano industrial de masas, orientada hacia el mercado interno. Esta coexistencia, la marca más amplia de la “dualidad [que es] una ley básica de nuestra formación” (Ramos, 1960: 88), ilustraría la “contemporaneidad de lo no coetáneo”, típica de las sociedades periféricas. No obstante, para el autor esta dualidad no representaba una circunstancia permanente o una especie de “deficiencia psicológica del carácter nacional” (Ramos, 1960: 88-89), sino un hecho puramente histórico, resultado de la “conexión histórico-universal” de la sociedad brasileña. De ahí la necesidad de trabajar en una teoría dinámica y prospectiva, que mirase no solamente la “realidad social producida, [sino también la] realidad social en producción” (Rios, 1960: 80). En ese sentido, era tarea de la sociología traer a flote la crítica del antiguo orden social, por un lado, y construir, por el otro, “una teoría de la sociedad brasileña que sirva de soporte a la estructuración efectiva de las tendencias de autodeterminación vigentes hoy en nuestro país” (Ramos, 1995: 60).

El tipo de teoría propuesta por Guerreiro Ramos serviría como una especie de autoconciencia científica de la sociedad, destinada a dirigir de modo reflexivo los esfuerzos de reconstrucción social a partir del desarrollo económico. De acuerdo con la tónica de su participación en el iseb: “No hay programación [planeación] nacional sin ideología nacional” (Ramos, 1960: 192), el autor procuraba interpelar directamente a los agentes económicos y políticos en el sentido de orientarlos hacia una “teoría global de la situación” (Ramos, 1960: 190). El agente destinado para la planeación económica -advierte- debería “ser educado ideológicamente con el propósito de habilitarse para ajustar sus instrumentos técnicos a las premisas de valor de la comunidad nacional” (Ramos, 1960: 192). Dos transformaciones fundamentales alterarían los cuadros de referencia en lo que atañe al proceso de desarrollo. Por un lado, la centralidad asumida por la planeación estatal en la posguerra, lo que para Ramos desplazaría la discusión de la esfera únicamente económica para tratarlo como un acto dependiente de la “racionalidad de la decisión política [y de su deliberación sobre los] factores disponibles de producción” (Ramos, 1960: 181). Por otro lado, el propio proceso de industrialización, visto por Ramos como una “categoría sociológica” –es decir, sus consecuencias no remitirían solamente a la vida económica, sino que serían capaces de promover “verdaderas mutaciones históricas” (Ramos, 1960: 126)–, acarrearía alteraciones irreversibles en las formas de distribución del poder en la sociedad. La consecuencia más decisiva de la industrialización en Brasil sería el pasaje de las masas populares de la periferia hacia el centro de la vida política (Ramos, 1995: 74), lo que lanzaría las bases para una planeación democrática de la vida económica.

La nueva sociedad, pautada en la industrialización y en el fortalecimiento del mercado interno, caminando hacia su autodeterminación, entendería la presencia de las capas populares como un hecho ineludible para la organización de la vida política. A pesar de las identificaciones buscadas por Guerreiro Ramos en la tradición intelectual de Alberto Torres y de Oliveira Vianna (Ramos, 1995: 125), aquí hay un punto fundamental que busca redefinir el carácter autoritario que aquellos autores prestaban a sus propuestas de construcción nacional. “De haber tenido mejores instrumentos de análisis sociológico, Oliveira Vianna [-asevera el autor-] habría percibido la estrecha relación entre el fenómeno nacional y el mercado interno” (Ramos, 1995: 279). Precisamente por no haber enfrentado –o, en el caso de Vianna, haber minimizado– las consecuencias sociales de la urbanización brasileña en la conformación de nuevos actores sociales, de extracción subalterna, Torres y Vianna habrían incurrido “en el engaño de creer que las fórmulas institucionales pudiesen ser administradas de arriba hacia abajo [], sin que participasen en su elaboración aquéllos para los cuales se destinaban” (Ramos, 1960: 260). Tales ponderaciones, escritas en 1959 en un texto programático de su militancia partidaria en el laborismo de Getúlio Vargas, titulado Cinco principios del trabajador brasileño, señalan otra modalidad de relación entre Estado y sociedad y, en el mismo sentido, de vínculo entre sociólogos y otros actores sociales. Ramos aclara que:

 

Actualmente en Brasil el pueblo se volvió una realidad histórica concreta. Para el sociólogo brasileño contemporáneo, el pueblo es la categoría cardinal de su trabajo. La prueba de validez de su producción científica es la aprobación popular. Lo cual quiere decir que el trabajo sociológico ya no puede obedecer al gusto arbitrario de cada sociólogo, sino que las demandas reales de la colectividad son las que pasan a orientarlo. En fin, es necesario conocer dichas demandas y, por lo tanto, el sociólogo, preservando su categoría de hombre de ciencia, tiene que entrar en estrecho contacto con el pueblo (Ramos, 1960: 260-261).

 

Radicalizando, en el sentido democrático, una tradición intelectual autoritaria,13 Guerreiro Ramos buscaba colocar en otro nivel la tesis de que el Estado debía construir a la nación. Esto sólo sería posible si el sistema político se abriese afectivamente a la representación de las capas populares en el seno de los procedimientos de la toma de decisiones, garantía última para que el proceso de industrialización autónomo del país no fuese impedido por la oligarquía agraria y sus aliados externos.

iii

 

Luiz de Aguiar Costa Pinto nació en 1920 en Salvador, capital del estado de Bahía, en el seno de una familia tradicional y prestigiada, heredera de ingenios en la región del Recôncavo y con relaciones en el mundo político. Su padre fue maestro de la Facultad de Medicina de Bahía y, gracias a los contactos heredados, Costa Pinto se acercó a algunos intelectuales bahianos, como Afrânio Peixoto, Arthur Ramos y Anísio Teixeira. Estudió en la Facultad de Medicina durante dos años, en Salvador, pero abandonó la carrera cuando su padre falleció. Se mudó a Río de Janeiro, junto con su familia, con la intención de estudiar derecho, pero a raíz de la creación de la fnfi realizó el examen de ingreso para la primera generación de ciencias sociales. A causa de su participación en grupos estudiantiles de izquierda de oposición al Estado Novo estuvo en la cárcel durante gran parte del primer año de carrera. Estableció relaciones cercanas con el catedrático Jacques Lambert y publicó en coautoría con el sociólogo francés, en 1944, un libro titulado Problèmes demographiques contemporains; además, se convirtió en su asistente, al lado de Hildebrando Leal. En 1945, con el regreso de Lambert a Francia, Leal asumió interinamente la cátedra de sociología en la fnfi; ahí se quedaría hasta su jubilación, en 1965. Costa Pinto le dio la vuelta creativamente a este bloqueo al acceso a la cátedra mediante la multiplicación de sus vinculaciones con instituciones y proyectos de investigación, al igual que mediante la exitosa internacionalización de su circulación académica. En 1947 presentó la tesis de libre docencia titulada O ensino da sociologia na escola secundária. En 1950 participó en el grupo de expertos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (unesco, por sus siglas en inglés), que redactó la Declaración sobre las Razas. Fue un personaje crucial para hacer viable el financiamiento de dicha institución con vistas a las investigaciones sobre las relaciones raciales en Brasil (Maio, 1997). Miembro del Comité Ejecutivo de la International Sociological Association (isa), alcanzó el puesto de vicepresidente entre 1956 y 1959, integrando también el Comité sobre Estratificación Social y Movilidad, coordinado por David Glass (Costa Pinto, 1989). En 1958 logró la titularidad de la cátedra de “Principios de sociología aplicados a la economía” en la Facultad de Ciencias Económicas de la ub. Un año antes creó el Centro Latinoamericano de Pesquisas em Ciências Sociais (clapcs), con el soporte de la unesco, del cual fue el primer director. En 1959 organizó el Seminario Internacional Resistencias al Cambio, que reunió a varios sociólogos brasileños y extranjeros en la sede del clapcs, en Río de Janeiro.14

En 1949 Costa Pinto publicó, en la prestigiada Colección Brasiliana, el libro Lutas de famílias no Brasil (Costa Pinto, 1980), cuya primera versión ya había aparecido como artículo en la Revista do Arquivo Municipal, de São Paulo, en 1943. En este libro el autor, sosteniendo un intenso diálogo con los trabajos de Jacques Lambert, aborda la venganza privada en la América portuguesa como forma de acción colectiva y de control social típica de una “sociedad de parientes”, debida a la “hipertrofia del poder privado [y a la] dispersión y debilidad del poder público” (Costa Pinto, 1980: 22), características del orden colonial. Para ello moviliza, además de una extensa investigación empírico documental, el repertorio de ensayos de interpretación sobre Brasil, principalmente los de Oliveira Vianna, Sérgio Buarque de Holanda, Gilberto Freyre y Nestor Duarte. No obstante, si comparamos el argumento de Costa Pinto con el de Vianna observamos que no hay en Lutas de familia una concepción dualista de las relaciones entre poder privado y autoridad pública. Mientras este último observa entre ambas esferas sociales una relación de oposición constitutiva –y aún más, que cabría al Estado centralizador promover, de modo autoritario, la imposición del poder público en una sociedad marcada por la “insolidaridad”–, aquél prefiere sostener una visión no disyuntiva y no teleológica del proceso de asentamiento de la autoridad del Estado (Botelho, 2009). Más bien, “la historia del poder político en Brasil”, señala Costa Pinto

 

[] es la historia de esa competencia entre, de un lado, los factores de dispersión social y política que suscitan y engendran la formación de agencias de autoridad privada y, del otro, los factores de unificación y centralización del poder social que contribuyen para la consolidación definitiva de la organización estatal –que por cierto, hasta hoy, no se puede decir completada- (Costa Pinto, 1980: 29).

 

En vez del pasaje lineal de la autoridad privada hacia la consolidación progresiva de la autoridad pública, el autor prefiere tratar sus relaciones como órdenes sociales en competencia, ya que los valores y prácticas de cada uno no lograrían imponerse del todo en el conjunto del proceso social. En esa misma vía, contra la idea normativa de que el autoritarismo pudiese acelerar un asentamiento exitoso del poder del Estado, advierte que “los ensayos recientes sobre un ‘gobierno fuerte’ [vale recordar que el libro fue escrito en pleno Estado Novo] lejos de ser una reacción contra ese estado de cosas, representan, de facto, sus productos –productos híbridos, de acomodación entre un pasado político feudalizante y las formas totalitarias de organización social-” (Costa Pinto, 1980: 28). Esta visión de que el orden social heredado del pasado y los valores e instituciones típicos de la sociedad moderna pudiesen convivir de manera tensa, híbrida o en acomodo recíproco, sería fundamental para la teoría del cambio social que desarrolló y perfeccionó a lo largo de las décadas de 1950 y 1960 (Botelho, 2009).

En las diversas investigaciones que llevó a cabo en la los años cincuenta, Costa Pinto articuló el concepto de “marginalidad estructural” como forma de garantizar inteligibilidad sociológica a los procesos de cambio (Villas Bôas, 2006). El uso de este concepto es perceptible en sus investigaciones sobre el negro en Río de Janeiro, realizadas en el marco del Proyecto unesco (Costa Pinto, 1998), y sobre el Recôncavo bahiano, fruto de una cooperación entre el estado de Bahía y la Universidad de Columbia.

Los resultados de esta última investigación fueron divulgados en Recôncavo: laboratório de uma experiência humana (Costa Pinto, 1958), primera publicación del clapcs; además, fue la tesis que Costa Pinto presentó para la cátedra en la Facultad de Ciencias Económicas de la ub. Según el argumento del libro, la complejidad de las relaciones sociales y de las formas de trabajo en la región, en transformación acelerada gracias a la expansión de actividades económicas modernas, como la exploración del petróleo por  Petróleo Brasileiro (Petrobrás), desautorizaría la visión dualista planteada por Jacques Lambert en Le Brésil en 1953 -traducida al portugués en 1959 con el título Os dois Brasis– debido a que innovaciones capitalistas y formas de producción de origen colonial no estarían separadas unas de otras, sino “adyacentes, viviendo en una pequeña área geográfica común, contradiciéndose recíprocamente, [sin lograr] imponerse como forma predominante de estructura y de estilo de vida social” (Costa Pinto, 1958:49). En este caso, tendría más sentido en vez de dualidad emplear el término “contrapunto” -que toma, de modo relativamente libre, de la obra del cubano Fernando Ortiz– para plantear la “dramática dialéctica [que] existe en la zona del azúcar y del petróleo” (Costa Pinto, 1958: 66), ubicando lado a lado una actividad que remonta de los inicios de la colonización y una empresa de vanguardia del desarrollo industrial. Por lo tanto, la región del Recôncavo sería insuperable para el análisis del cambio social, pues justamente la “coexistencia interdependiente, dinámica y compleja de diferentes tipos sociales” (Costa Pinto, 1958: 22), que posibilitando el pasaje, “con facilidad y con frecuencia, [] de lo primitivo a lo moderno” (Costa Pinto, 1958: 25), de lo “preindustrial a lo supercapitalista” (Costa Pinto, 1958: 26), permitiría observar con gran nitidez el carácter asincrónico existente en todo proceso de transición social. Además, yendo más allá de este punto, la presencia organizada de la intervención del Estado en la economía, con la instalación de las refinerías de Petrobrás, volvería la zona propicia para observar los impactos del “cambio social provocado” (Villas Bôas, 2006), cuyos efectos, en vez de un mayor equilibrio, llevarían al agravamiento de las asincronías entre las diferentes partes de la sociedad cambiante.

Con fundamento en este cuadro de referencia, Costa Pinto buscó, durante el período en el que dirigió el clapcs (1957-1961), organizar una amplia investigación comparativa en cuatro capitales sudamericanas –Río de Janeiro, Buenos Aires, Montevideo y Santiago de Chile– con el propósito de observar los efectos de la transición en los sistemas de estratificación social, al igual que las consecuencias de la movilidad social, de acuerdo con las especificidades históricas de cada contexto analizado. Por el tipo de cooperación internacional presentado, sería algo pionero en la sociología de la región (Costa Pinto, 1964: 129), ya que se trató de un emprendimiento conjunto desde la redacción del proyecto hasta la presentación y discusión de los resultados en sucesivos encuentros científicos de ámbito latinoamericano (en Buenos Aires, en 1958; en Montevideo, en 1959; y nuevamente en Buenos Aires, en 1962) o europeo (en Perugia, Italia, en el Subcomité de Estratificación del Instituto Socio Ambiental, isa). Los equipos estaban liderados por T. Pompeu Accioly y José Arthur Rios (Río de Janeiro), Gino Germani (Buenos Aires), Isaac Ganón (Montevideo) y Eduardo Hamuy (Santiago de Chile) (Costa Pinto, 1964: 116-117), y la confección de los muestreos y de las encuestas aplicadas fue concebida tomando en consideración un posterior análisis de datos recabados por la sede del clapcs, en Río de Janeiro.

Cabe destacar el esfuerzo de Costa Pinto en trazar, a través del diálogo con los equipos de cada país, un esquema teórico-metodológico sensible tanto a las dimensiones más generales de los procesos de cambio social en América Latina como a los procesos históricos de cada ciudad y país analizado. Como crítica a la orientación ideológica implícita en los estudios sobre estratificación y movilidad llevados a cabo especialmente en Inglaterra y Estados Unidos, que se limitaban a la “observación práctica, en cada estructura, del destino que la sociedad capitalista [da] a las tesis liberales de la igualdad de oportunidades” (Costa Pinto, 1963), atribuyéndole estabilidad relativa al sistema de estratificación como un todo, el director del clapcs propuso otra perspectiva para el caso de las “sociedades en proceso de reciente y acelerado desarrollo económico”. En estos contextos no se podía separar el análisis de la movilidad del proceso más amplio de transformación de la estructura de estratificación, pues “los individuos cambian de posición dentro de un sistema que también está cambiando desde sus bases” (Costa Pinto, 1963: 186).15 De ahí la necesidad de incorporar la dimensión histórica como constitutiva del análisis de los patrones de movilidad y de estratificación, lo que nos permite una comparación apenas sincrónica de las cuatro ciudades investigadas. El artificio metodológico adoptado en el documento final del proyecto fue el de considerar la existencia, en cada contexto especifico, de un “momento histórico de significación”, visto como aquel en el cual los “factores cuantitativamente acumulados dentro de la sociedad habían comenzado a imprimir cambios cualitativos en el sistema de estratificación social” (Costa Pinto, 1962: 17), lo que ofrecía la oportunidad de identificar y comparar las inflexiones cruciales en el proceso de transición social, aunque éstas no hubieran ocurrido en el mismo período histórico. Una vez más, recuperando el concepto de “marginalidad estructural”, Costa Pinto señala que la transición a un sistema de estratificación moderno no es inexorable y que la persistencia de patrones tradicionales de status no es un mero “desvío”; “Por el contrario [-añade-], lo que se encuentra son dos situaciones, ambas ‘normales’, que coexisten y, a la vez, se oponen” (Costa Pinto, 1963: 192).

Por diversos motivos, que no cabe señalar aquí, la investigación sobre las cuatro ciudades latinoamericanas no se llegó a completar; al menos no en los términos previstos por Costa Pinto. La masa parcial de datos generados por los equipos nacionales fue analizada por el sociólogo británico Bertram Hutchinson, experto de la unesco designado para el clapcs entre 1962 y 1966, quien publicó una serie de artículos sobre el tema en la revista América Latina, editada por el centro de investigación. Por cierto, Hutchinson ya había sido criticado por Costa Pinto por haber usado, en una investigación anterior sobre movilidad social en São Paulo, los “mismos patrones ya empleados en Inglaterra por el profesor David Glass y sus colaboradores” (Costa Pinto, 1963: 191). El que no terminara la investigación, o más precisamente, su conclusión de acuerdo con los procedimientos teórico-metodológicos ajenos a los definidos anteriormente, puede indicar la falta de éxito, por parte de Costa Pinto, en lograr posicionar el tipo de sociología del desarrollo que venía articulando desde la mitad de la década de 1950, mucho más sensible a las contingencias históricas y al carácter no lineal de los procesos de cambio que el promedio de los trabajos que serían publicados en las páginas de América Latina en los años siguientes (Oliveira, 1995a).

 

 

iv

 

A partir de un rápido mapeo de la producción intelectual de tres sociólogos buscamos demostrar la diversidad de orientaciones teóricas, metodológicas y de objetos empíricos existente en el universo analizado, pese a la tendencia compartida de hacer de la relación entre Estado y sociedad el eje central de la indagación sociológica. Ciertamente, el peso de las agencias estatales en la antigua capital federal, tanto como medio de reclutamiento de los sociólogos profesionales –una vez que la universidad estaba parcialmente bloqueada– como en el sentido de promover políticas públicas de modernización del país, transformó la reflexión sobre el Estado, sus bases sociales y sus posibles efectos en la vida colectiva, en un asunto obligado para la sociología llevada a cabo en Río de Janeiro. No obstante, las diferentes tomas de posición en relación con el tipo de activismo estatal inaugurado por el Estado Novo motivaron nuevos modos de teorizar el vínculo entre Estado y sociedad, y recurrir a los conceptos y métodos de la nueva disciplina fue crucial para conferir a los actores sociales un mayor espacio de autonomía y autodeterminación, produciendo una serie de desplazamientos respecto de la tradición intelectual anterior. José Arthur Rios, crítico agudo del Estado Novo, al lidiar con los dilemas de la participación de diferentes segmentos de las capas subalternas –habitantes de la zona rural y moradores de las favelas– apostó por el fortalecimiento de las instancias de acción colectiva autónoma, más allá de los controles estrictos del Estado, aunque reconociese también el peso sofocante de la concentración de la propiedad agraria en la restricción de las formas de solidaridad. En este cuadro comparativo, Alberto Guerreiro Ramos fue quien dio una mayor continuidad a la tradición intelectual de los ensayistas –buscada por él de modo deliberado– ya que se inclinó por la remodelación de las estructuras sociales, o mejor, por el desarrollo de un capitalismo autónomo en Brasil, a partir de un intervencionismo estatal fuerte, aunque radicalmente abierto a la participación política popular; su sociología, “saber de salvación”, sería una pieza fundamental para orientar “ideológicamente este proceso”. Luiz de Aguiar da Costa Pinto, más cauteloso en cuanto al sentido positivo de las medidas de aceleración del desarrollo económico, construyó una precoz sociología crítica del nacional desarrollismo, ya que la cuestión que perseguía no era la superación del atraso por las nuevas estructuras sociales emergentes, sino la imbricación constitutiva del arcaísmo y la modernidad conspirando contra el futuro del país. El fracaso del Estado Novo en fundar una sociedad totalmente nueva –el pacto político de 1930 dejó sin tocar las bases del poder agrario, comprometiéndose estructuralmente con el mantenimiento de estructuras arcaicas– no escapó a la sensibilidad del autor, que ya en 1947 formulaba su primera versión del concepto de “marginalidad estructural” (Costa Pinto, 1963). En resumen, en diferentes registros y modulaciones, los tres autores incorporaron una visión democrática de la sociedad brasileña como dimensión constitutiva de sus teorizaciones.

Acompañando los azares de la trayectoria de la sociología en Río de Janeiro, prensada entre dos dictaduras que afectaron profundamente la autonomía de su principal institución de enseñanza superior –la Universidad de Brasil, después renombrada como Universidad Federal de Río de Janeiro (ufrj)–, vemos que el problema crucial no se refiere sólo a la incertidumbre en cuanto a los destinos profesionales sino, principalmente, a las derrotas impuestas a los proyectos políticos e intelectuales emprendidos por sus practicantes. La proscripción política, oficial o indirecta, a la que fueron sometidos después de 1964 es ilustrativa del problema. Alberto Guerreiro Ramos, acosado políticamente en 1964, en pleno ejercicio de su mandato como diputado federal, se exilió en Estados Unidos, haciendo carrera en el área de la administración pública. Luiz A. Costa Pinto dio seguimiento a su carrera académica en las universidades estadounidenses, para evitar que la nueva dictadura lo apresara otra vez, y ya no volvió al país. Incluso José Arthur Rios, cercano a ciertos cuadros de la União Democrática Nacional (udn) –partido que apoyó el golpe militar– tampoco estuvo exento de derrotas significativas. En entrevista, menciona que colaboró en el proyecto de reforma agraria del gobierno de Castelo Branco; sin embargo, sus propuestas fueron archivadas políticamente en el Congreso, llevándolo a su retiro de la política institucional (Rios, 2006).

A pesar del corte brutal representado por la dictadura militar en la sociología llevada a cabo en Río de Janeiro, los trabajos de los tres sociólogos aquí abordados interpelan, aunque de modo desigual, a los actuales practicantes de la disciplina. Algunos libros ya se volvieron clásicos para ciertas áreas de especialización, como es el caso de Aspectos humanos da favela carioca, de Rios, para la sociología y antropología urbanas (Mello et al., 2012). Lo anterior abre nuevas claves de lectura de este texto y significa un balance acertado y crítico en cuanto a su potencial heurístico para el presente. La obra de Alberto Guerreiro Ramos, bastante variada, ha servido como referencia para diversos campos del conocimiento. Sus análisis de la cuestión racial en Brasil anticiparon los debates sobre el concepto de “blanquidad” (Feres Jr., 2015), y su mirada crítica sobre la importación de conceptos y métodos a una realidad periférica ha sido recuperada en el debate sobre una teoría sociológica no eurocentrista (Maia, 2015). Además, las diferentes posiciones de Guerreiro Ramos y de Costa Pinto respecto de las relaciones raciales en Brasil no escapan a los debates actuales sobre el tema (Maio, 1997). Siguiendo con Costa Pinto, su pensamiento presenta una consistente crítica a las premisas de la sociología de la modernización (Brasil Jr., 2013), mostrándose afinado con los debates teóricos contemporáneos, una vez que su nervio teórico no naturaliza la forma societaria del Estado nación, sino que más bien la entiende como una construcción histórica contingente y con efectos sociales variados y contradictorios (Botelho, 2009).

Las investigaciones en el área del pensamiento social en Brasil, que en los últimos años han reabierto el repertorio de la sociología llevada a cabo en Río de Janeiro en las más variadas direcciones y perspectivas –y que sirvieron como hilo conductor al análisis realizado aquí– pueden ser estratégicas para estimular nuevos canales de comunicación entre el pasado y el presente de la disciplina.

 

 

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1 Antes de la ub, existía en Río de Janeiro la Universidad del Distrito Federal (udf), organizada por Anísio Teixeira en la gestión de Pedro Ernesto (1931-1935), creada con un proyecto de autonomía en relación con el gobierno central. En la udf, la sección de Ciencias Sociales se encontraba bajo el cobijo de la Escuela de Economía y Derecho; no existía el sistema de cátedras y los profesores eran contratados por periodos determinados. Para un análisis de la actuación de Gilberto Freyre en la udf, que impartió clases en las disciplinas de antropología, sociología general y pesquisas y averiguaciones sociales, véase Meucci (2006). Debilitada en su autonomía desde el Estado Novo, la udf fue extinguida en 1939 y anexada a la Universidad de Brasil, que incorporó parte de su cuerpo docente y estudiantado. El nuevo curso de ciencias sociales, en la recién creada Facultad Nacional de Filosofía (fnfi), serviría como modelo para los demás cursos de ciencias sociales en el país (Amorim, 1999).

2 Jacques Lambert se tituló en derecho en Lyon, Francia, volviéndose más tarde profesor en la ub. Concentró sus investigaciones en historia del derecho, sociología política y demografía (Queiroz, 2007). Todo parece indicar que la orientación católica de Lambert fue un importante elemento para su reclutamiento por la fnfi (Oliveira, 1995a).

3 Luiz Costa Pinto, quien había sido encarcelado en pleno Estado Novo por su actuación política en la izquierda estudiantil, construyó una sociología con fuerte ascendencia marxista, aunque heterodoxa (Costa Pinto, 1989 y 1995).

4 José Arthur Rios militó en la Resistencia Democrática, combatiendo al Estado Novo; este grupo posteriormente participó en la creación de la Unión Democrática Nacional. Después se volvió miembro activo del Partido Libertador, antivarguista (Rios, 2000 y 2006).

5 Alberto Guerreiro Ramos, además de participar como asesor de la Casa Civil en el segundo gobierno de Vargas, se volvió después un destacado activista político del Partido Trabalhista Brasileiro (Oliveira, 1995b).

6 Además del curso de ciencias sociales de la fnfi-ub, también fueron importantes espacios para la sociología brasileña en Río de Janeiro el Instituto de Ciências Sociais, en donde participaron Evaristo de Moraes Filho y Luiz A. Costa Pinto (Oliveira, 1995a; Amorim, 1999), el Centro Latino-Americano de Pesquisas em Ciências Sociais, dirigido inicialmente por Costa Pinto y, después, por Manuel Diegues Jr. (Oliveira, 1995a; Grisendi, 2014); y el Centro Brasileiro de Pesquisas Educacionais (Corrêa, 1988).

7 Francisco José Oliveira Vianna (1883-1951) reivindicaba, desde finales de la década de 1910, la importancia de las nuevas ciencias sociales para una remodelación de las instituciones políticas construidas en la Primera República. A partir del ensayo Populações meridionais do Brasil, publicado en 1920, Oliveira Vianna propuso la articulación entre un diagnóstico sociológico y una propuesta política para el país que orientó gran parte de los debates sobre la necesidad de un Estado autoritario en el periodo posterior a 1930 como un antídoto para la crisis del pacto oligárquico y la fragmentación de la estructura social generada por el predominio del latifundio. En los testimonios legados por esos tres sociólogos (Rios, 2000 y 2006; Oliveira, 1995b; Costa Pinto, 1989 y 1995), Oliveira Vianna -a pesar de recibir críticas por su participación en el Estado Novo- es considerado como uno de los más importantes intérpretes de la sociedad brasileña. Aunque apareciese en las listas de posibles profesores a ser contratados por la Universidad de Brasil (Oliveira, 1995a: 253), Oliveira Vianna siguió actuando en la enseñanza del derecho, en la Facultad de Derecho de Niterói, y en la burocracia del Estado. Para una visión de conjunto de la obra de Vianna, véase Bastos y Moraes (1993). Un análisis de cómo el legado de Vianna fue incorporado y desplazado por los sociólogos universitarios de las siguientes generaciones puede encontrarse en Botelho (2007 y 2009) y en Brasil Jr. (2007 y 2010).

8 Encontramos referencias sobre la trayectoria y la obra de José Arthur Rios en los testimonios legados por el autor (Rios, 2000 y 2006) y en Lopes (2015).

9 Antes del entrenamiento recibido con Lynn Smith en Estados Unidos -según señala Rios (2000) en un testimonio-, el primer contacto con la sociología empírica estadounidense se dio a través de las obras de Donald Pierson, que él conoció por medio de Guerreiro Ramos, mientras se preparaba para el concurso del Departamento Administrativo do Serviço Público (dasp).

10 En entrevista, Rios (2006) contrapone la defensa de la comunidad, en su autonomía local, al avance de la masificación, que se adaptaría al corporativismo. Para un análisis más detenido de este punto véase Lopes (2015).

11 Para un análisis de las ciencias sociales al interior del sesp, véase Cardoso (2009).

12 Para un análisis de la trayectoria social e intelectual de Alberto Guerreiro Ramos, véanse Oliveira (1995b), Maio (1997), Azevêdo (2006) y Bariani Jr. (2008).

13 Para un análisis más a fondo de las transformaciones de Guerreiro Ramos en relación con la tradición intelectual brasileña, véanse Kaysel (2014) y Lynch (2015).

14 Los análisis de la trayectoria social e intelectual de Luiz de Aguiar Costa Pinto pueden encontrarse en los testimonios legados por el autor (Costa Pinto, 1989 y 1995), así como en Maio (1997) y Amorim (1999).

15 Desde 1947, en su artículo “Sociologia e mudança social” (Costa Pinto, 1963), que propició un debate con Florestan Fernandes y Emilio Willems (Lima, 1999; Villas Bôas, 2006), y un silencio revelador de Donald Pierson (Maio y Lopes, 2015), Costa Pinto se muestra bastante crítico en relación con el carácter ahistórico y potencialmente conservador de la sociología estadounidense (Brasil Jr., 2013).

* Traducción del portugués: Sonia Radaelli. Revisión de la traducción: Diego Ignacio Bugeda Bernal.

** Professor Adjunto do Departamento de Sociologia e do Programa de Pós-Graduação em Sociologia e Antropologia da Universidade Federal do Rio de Janeiro. Correo electrónico: <antoniobrasiljr@gmail.com>.